Sobre el gran genio militar francés, Napoleón Bonaparte, circulan muchas leyendas respecto a sus hazañas de guerra. Pero aunque muchos no lo crean, la derrota que sufrió en su campaña contra Rusia se debió a un curioso enemigo.
Napoleón Bonaparte, quién había dirigido importantes campañas exitosas en contra de España, jamás se imaginó que su vergonzosa derrota en contra de Rusia tuviera como culpable a los botones de estaño que tenían las casacas (chaquetas) de sus soldados. Y aunque importantísimos historiadores especulan al menos diez razones que explican la derrota contra Rusia, la verdad es que recientes investigaciones científicas han determinado que los botones de estaño fueron el peor enemigo de Napoleón.
Resulta que el estaño es un metal plateado, maleable, que no se oxida fácilmente y es resistente a la corrosión. En temperaturas bajo cero, como en las que anduvieron los soldaditos de Napoleón en su campaña contra Rusia, el estaño se vuelve poroso. Al volverse poroso, comenzó a desprenderse de las casacas de los soldados, quedando ellos sin poder abrocharse, y por lo tanto, el frío penetró con más ímpetu en los cuerpos hasta que poco a poco fueron cayendo muertos a causa de la hipotermia.
Así las cosas, Napoleón que se encontraba indefenso ante este enemigo, tuvo que suspender su campaña y regresar a Francia.
En lo personal, me parece muy interesante que Napoleón no previó que los botones de estaño serían su peor enemigo, pues en muchas ocasiones también nos pasa lo mismo.
Al igual que Napoleón, nosotros nos ocupamos de tener una buena artillería, buenos planes estrategas de guerra, los recursos necesarios para triunfar en todos los aspectos de la vida laboral, académica, matrimonial y espiritual... pero se nos olvida que los pequeños detalles son los que determinan si conquistaremos la cúspide del éxito o si bajaremos hasta el lúgubre valle del fracaso.
Probablemente nuestro peor enemigo no sean los insignificantes botones de estaño, sin embargo nuestros grandes enemigos que sin duda nos robaran el éxito podrían ser el poco tiempo que dedicamos a la familia, el poco descanso que nos damos, el tiempo que perdemos en las redes sociales, el alejarnos de Dios, malgastar el dinero... en fin, todos aquellos detalles que aunque parecen ínfimos, son capaces de determinar nuestro éxito o nuestro fracaso.
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